Ser como ese fuego que atraen 
susurrándole a la muerte
los hermosos bosques de la noche.
Escribir en un triste papel, 
roído por las sombras del deseo,
las últimas palabras que permite
el amor en ocasiones a los muertos.
Sentir la vanidad del loco, 
que todavía considera 
la indiferencia cruel del universo 
parte de un gran plan
del que él es partícipe inefable.
 
Pero ser, escribir o sentir
a la manera implacable de aquellos 
que contienen en su corazón 
la vida ingobernable, la vida
que ninguna verdad incierta 
podrá nunca arrebatarles.