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Y bajar a los infiernos, morir
para merecer los amores
de una mujer compasiva.
Y huir. Huir de la luz
hasta sentir añorar el día
en lo más hondo de la carne ciega.
Y morir cuando la noche llega,
y olvidar cuando el amor comienza.
Y sentir hasta sangrar,
y sangrar hasta vivir.
Y desnudar el alma muerta
para que renazcan las palabras
desde las sombras del silencio
hasta el último beso intenso.
Y bajar a los infiernos -morir o renacer-
para ser digno de toda la belleza
que pasa desapercibida
dentro.