25 feb 2010

La pausa

El declive de la pasión
debería terminar como dolor corriente.
Así, me limito a observar
el patético desfile, ese cuadro absurdo
que sugieren tantas de mis relaciones.

Son muchas. Impúdico escuadrón de frío.
Amigos que pudieron serlo,
que encontré al perder su ritmo inconsecuente.
Figuras paternas, amantes veloces.
Demasiados trayectos hacia un mismo destino.
Mi creación es una calle desierta,
cuyas paredes sucias ha derribado el ruido.

¿Y no eras tú, dulce decepción desnuda,
nostalgia que el alcohol disipa,
la misma compañía improcedente,
el mismo amparo reencontrado siempre
en el vaivén estéril de los años?

No se puede retener nada. Avanzo.

Todo llega, amor, y es fácil predecir tu vuelta:
eres el sueño de escoger tu misma entrega…
Saberte es dejarse llevar por el asombro
que inspira la íntima cicatriz de tus respuestas.