Los demonios y el alma

Por momentos me ha parecido

que en realidad soy mucho más mezquino

y mucho más peligroso 
de lo que siempre he creído ser.

La impresión me ha sobrevenido
acompañada de una sensación poética,
algo como el recuerdo desleído
de la recóndita fragilidad humana. 

Con el agravante de saber a ciencia cierta 

que esa misma fragilidad

había sido ya 

mil veces traicionada.

Confesión velada

No podrá la muerte salvarnos de la muerte.

Tampoco deberá la poesía
salvarnos del dolor que no sentimos.

Nos dijeron de la transparente soledad
que nos salvaría de la vida.

¿Pero qué nos salva del misterio aquel
que a veces juega con nosotros,
que retuerce hasta lo más común de nuestros actos?

Antes o después que cualquiera de nosotros,
encontrarán las fieras del macabro bosque
a los que se apartaron deliberadamente del camino.

Ni de luz ni de sombra

De buenas y de malas intenciones está el infierno lleno.

Los lazos con la sombra

Las mentiras se convierten en fantasmas.

Los fantasmas, en inmensos laberintos.

A solas con el verbo,
combato y padezco interiormente
las irracionales consecuencias
de haber creído la visión a ciegas de la farsa.

No es mi culpa.
Heredé la cruda deuda de un perverso. 

He durado en soledad para salvarme,

en mí el tiempo no transcurre:

destruye lentamente el amor innecesario.