
La mirada alucinada de Dios
sobre su imperfecta obra,
se parece a la mirada alucinada del artista
sobre la realidad que su inocencia despreció.
Enfermamos al contemplar seguidamente el mundo,
como seguro enfermaría Dios
si en verdad existiera,
y aún tuviera ganas de volver sobre su creación.
Sigo preguntándome qué es todo esto,
y sigue respondiéndeme
un infinito tras otro,
una mirada alucinada que revela
la imposibilidad de comprender quién soy.
Si Dios existe, decidió hace mucho
ignorar su propia obra,
se parece a la mirada alucinada del artista
sobre la realidad que su inocencia despreció.
Enfermamos al contemplar seguidamente el mundo,
como seguro enfermaría Dios
si en verdad existiera,
y aún tuviera ganas de volver sobre su creación.
Sigo preguntándome qué es todo esto,
y sigue respondiéndeme
un infinito tras otro,
una mirada alucinada que revela
la imposibilidad de comprender quién soy.
Si Dios existe, decidió hace mucho
ignorar su propia obra,
como también nosotros decidimos
ignorar desde hace mucho
aquello que guardamos en la negritud interior.
aquello que guardamos en la negritud interior.