Escribe. Para no aceptarlo nunca.
Para no naturalizarlo.
Para que siga doliendo siempre,
escribe, escribe, sigue escribiendo siempre.
Siempre habrá quien te lea
para saber qué sucede
o en qué se habrá convertido.
Escribe, y déjalo cuando entiendas
que aquello por lo que escribías,
entraba tan dentro de lo posible,
que al escribir tan solo quebrantabas
tus propias leyes frente al olvido.
Imagen: "Indiferencia", acrílico sobre papel a2