Finalmente, la objetividad era sólo aquel juego matemático. Ni jueces, ni críticos neutrales. La mirada del otro, otro prisma fortuito. ¿A quién pedir entonces verdades, culpas o alabanzas? Cerré mis puertas hace tiempo, y no volví a saber de la seguridad que el niño encuentra junto a sus mayores.
Imagen: Pasteles al óleo, din a3, fondo retocado.