Creo que
en verdad
es bastante obvio:
soy un hombre atormentado
jugando desde niño
a crecer como artista.
Afortunadamente,
ciertos días un peón alcanza
el final exacto del tablero,
y el artista regresa,
vuelve hacia su jugar perpetuo.
Esos días de asueto,
jugar supone aparentar
— sólo exteriormente —
la nobleza del adulto,
su tormento.