24 abr 2013

Algunas notas desafinadas

En aquel entonces había dos clases de artistas. Los que fantaseaban desde la ventana del hogar observando las fuerzas abrasivas de la intemperie y los que añoraban desde algún tugurio sórdido la cálidez de una lámpara y el orden familiar casi establecido.

Yo, en aquel entonces, a ratos parecía de los segundos.

 
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Y aún hubo algún cabeza hueca al que le dio por competir para comprobar quien de los dos se hallaba en mayor riesgo de exclusión social.
 
 
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Llegar a un concilio entre la actitud salvaje, fauve, predeterminada por una infancia, adolescencia y primera juventud tremendamente conflictivas, y la realidad social irremediable propia de la madurez.

En ello estamos.