nada sabe todavía
del medio en que respira.
Pasa un día y pasa otro,
hasta que recibe de algún modo la noticia:
otro pez le rumorea
que acaso exista el mar, el oleaje,
las corrientes y las simas;
y en tal lugar las algas,
las sirenas, los peces o la luna.
A partir de ahí,
quisiera el pez volverse pez
nadando diariamente en el asombro
que ofrece el universo desde fuera.