Un gesto mío, 
solemne juego de manos,
solicita de ti la franqueza,
verdadera razón de este ascenso.
No es tan difícil, me dices, 
sembrar ríos o cielos:
en el amor todo es certeza,
intuición del largo camino
cuya meta seguimos naciendo.
Y no hay más altura, ¿verdad?,
no puede elevarnos el verbo:
mientras jugamos a asirnos,
no necesita el sentir de argumentos.