Algo hice mal.
Mi obsesión por la sinceridad
se volvió inquietante.
Dividí la realidad
en dos partes:
yo y todo lo demás.
Grité como gritan los más altos.
Fue lo suficientemente horrible,
como para necesitar ser solo uno más.
La verdad se basta a sí misma.
Nada brilla como la verdad.
Decir la verdad es arder y quemar.
Leí a diario cosas como estas,
y aunque ninguna metáfora
haya sido suficiente,
ahora creo que la verdad es un espejo mudo,
ante el cual, hasta un tonto
debería ser escuchado seriamente.
Imagen: sin título, acrílico sobre papel din a2