14 dic 2011

Revelaciones

Llego a casa. Hablo con mi madre. No entiendo el por qué, pero en seguida me siento especialmente contento, casi como si ya no hubiera nada que temer. Empiezo a fantasear. Va a pasarme algo bueno, me digo...

Entonces caigo en la cuenta. Sí, hace un par de horas me estallaba la cabeza y recurrí al ibuprofeno.

Epilogo: Nietzsche dijo que el destino era siempre producto de un temperamento. Puto idiota. ¿Cómo pudo pasar por alto las bondades de la química como alternativa para todos los que padecemos algún disparate incurable?