8 nov 2010

Perder la fe

Escuchadme los que aún tomáis ejemplo
de los poetas, los astutos,
notables poetas: no existe palabra,
ficción o templo que pueda rebatirlo:
la verdad, esa fuerza cambiante,
enemiga en estos días de los hechos,
no es tal más allá de la fe convenida
por el bien de nuestro empuje.

Si alguno de vosotros ha pensado en el absurdo,
detenga aquí su inquieto raciocinio.

Baste el observar desde la llanura agreste
a todo aquel que se conduce por la nada
en busca de la magia pueril, de ese delirio
que reúne a los más débiles, fortaleciendo
la insegura condición de sus espíritus.

Detened un día vuestros actos,
así fracase la progresión del mundo
al declinar la fe que todos equivocan;
la misma que todos profesamos.

Deteneos, y observad que la pasión
parece ser hermana
de una bestia impredecible:
la misma que hoy tendría que atender
al casual nombre de locura.