25 mar 2010

Puntos débiles

Qué voz podrá herirnos,
qué más deberá enfurecernos.

Todas las sombras posibles
pasan desapercibidas:
es la innata costumbre
de sabernos combatidos
también por nosotros mismos.

El extraño al que amo
habita solo tras de mis ojos,
se ofende cuando defiendo
ante su afecto soberbio
mi azul recinto de nadie.

Esto es mi sangre, me digo.
Esto, mi noche cerrada,
mi mudo exilio sin aire.

Y nunca me ha pertenecido
la luz de mi propio silencio,
ni el fuego que robo a la muerte
cuando la vida se escapa
entre mis simples gestos de niño.

Indefenso ante el sueño
de ser comprendido por alguien
que no crea en mí,
que dance al son de otras fuerzas
más fuertes que aquello veo.

Indefenso también ante mí.

Y no saber qué podrá herirme,
ni qué luz llegará a enfurecerme…