20 mar 2010

El ateo

...Y enfrentar también la dirección del mundo
para que el tácito artificio de sus leyes
no encuentre más cabida en mi inocencia.

Para gobernar el fuego de mis noches,
habría de renunciar a todo lo que he sido
en aras de un aciago tiempo de ilusiones.
Y atravesar guiado por inhóspitas sospechas
la tierra que muchos supondrían destinada.

No, no es mío este modo de afirmar
el murmullo eterno que concordan los más necios,
ni el melancólico delirio
que sopesan en su cerrazón los santos.

Negadme, negadme hasta que encuentre
una presencia propia desnuda de mi mano.

Dadme solo aquel amor que no se sabe,
que acaso nace cuando la última palabra
se aquieta en la dudosa trama de los días.

Negadme. Que no sea yo como vosotros,
los que afirmáis que es justo todo cuanto existe.