8 jul 2009

Adriana


Se despierta al atravesar el infinito laberinto, y no hay bestia ni señores que contaminen el suave aire de su sueño. Sólo, bajo sus párpados, la intuición de algo más terrible que los mezquinos caprichos del destino. Sabe que toda pesadilla termina siendo dominio del olvido, pero no recuerda más que el miedo a encontrar soñando lo que teme. Hablo con ella de lo fácil que es perderse en ese laberinto que no termina de inventar mientras camina lentamente hacia sí misma. ¿Toda pesadilla es consecuencia del dolor que no se olvida? Despertar es tan sencillo como continuar soñando con la muerte.

Sé que Adriana despierta cada día, siempre ante un mundo más real que todo lo que escribo.