8 nov 2006

Amiga, si te dijera lo que pienso a veces…
Sé que como un anochecer se esparcen mis silencios.
Si te dijera así amiga, que puede ser entonces
cuando más inútilmente estoy tratando de expresarme.
Porque cuando alzo febrilmente mis recursos de poeta
hasta lo más preciado parece una mentira.
Un soliloquio para nadie, una blasfemia.

Acaso los amantes debieran permanecer mudos,
amparados por el íntimo consuelo de su sangre.
Si te dijera: amiga, a veces pienso que eres otra,
que yo soy otro, que otros son nuestros diáfanos caminos.
Que otra es la suerte que corremos y otro es el motivo.

Si de esta forma hiciera mi promesa:
¿qué otra cosa comprenderías que no fuera mentira?
Porque la verdad es siempre más sencilla:
tú eres tú, yo soy éste.
Éstos son nuestros caminos, ésta nuestra suerte,
éste nuestro motivo
y así lo será siempre.

Y todo para no entregar ninguno lo que no nos pertenece.

El amor llega siempre presuroso,
como un niño que despierta.
Mas al marchar huye sombrío,
como jinete en la tormenta.
Aunque sea bienvenido al presentarse sin aviso,
nadie puede invitar al amor a pactar sobre su mesa
Nadie puede entregar a voluntad su corazón,
porque nuestro corazón jamás nos ha pertenecido.

Nuestro corazón es libre. De todos y de nadie.
Podrá arrastrarnos hacia la noche verdadera,
podrá dolernos felizmente hasta el olvido.
Pero siempre ha sido libre…
Por ser merecedor de todos los que amamos.
Porque nunca podrá nadie llegar a someterlo.