jugaba a inventar terribles fantasías.
Yo, como ridículo lector,
jugaba a creer en su imprudencia.
¿Quién de los dos — lo digo muy en serio —
estaba haciendo un mayor esfuerzo?
Mi mente se impregnó de sombras persuasivas,
que no eran las habituales sombras de mi mente.
He pasado muchos años escribiendo
para adquirir mi propio prisma ante la oscuridad.
Para aprender a conjurar
para adquirir mi propio prisma ante la oscuridad.
Para aprender a conjurar
las sombras desleales de mi propia mente.