23 sept 2009

Una educación para la vida

Educados en el íntimo concepto
de ocultar siempre esta soledad cómplice,
esta soledad enemiga, vértigo inocente
del que no comparte la mentira, ni discute
la razón que algunos ostentan febrilmente.
Educados como estamos
para el árido silencio que rompemos
sólo si atardece y sabemos que es verano.

...Y hoy quizá podamos suponer
que un día fuimos esos niños doblegados
por un orden más que sospechoso
—pues acaso el amor es a menudo
un extraño sentenciado a la vergüenza
de saberse todavía demasiado hermoso
para un mundo de celosas vanidades.

Educados en la farsa de ser otros,
de llorar a solas en hogares ya perdidos,
educados en el juego de ser niños
incapaces de callarse una verdad dañina.

Y aún tenemos tanto que aprender
de la muerte que en la noche conjuramos
y del primer amigo que perdimos
por ser también como éramos nosotros,
aunque tiempo ha también fuéramos extraños.

Hay tantas cosas de las que hablar con el pasado,
tantos caminos que andar hacia la vida,
educados como estamos por su misma mano
de secretos, dudas y detalles terribles:
tal eternas luchas que muchas veces añoramos
al sabernos privados de cualquier supremacía.