30 sept 2009

Los días circulares

Ya no veo mi vida como un día a día. Es más bien una trama interminable de prodigios y alucinaciones. Por eso me preocupan los retazos —¡tantos! — que suman una soledad fingida y un despertar desperdiciado. Estoy lejos de los días circulares, mi camino se superpone al de un tiempo que en realidad no existe, que por ello se limita a transcurrir indefinidamente sin posibilidad de retroceso ni de reiteración en sus señales más simples. Cuando un solo día es lo que debe ser (una unidad independiente o una parcela infinita de vida por recomenzar), el tiempo cobra un valor simbólico, que cesa con la profundidad de las horas de sueño. Y he ahí la única muerte cotidiana. Mas no para alguien que sabe que el sueño tiene un componente ajeno a su voluntad. No para un insomne.

Tras años de medicación sigo sin habituarme a la realidad de un descanso artificial. Para mí no hay más muerte que la definitiva. Y el presentimiento de esta es lo que dota de un ínfimo sentido al tiempo que transito cada día.