13 ago 2009

Suponer el cosmos

Supongamos que esta sencilla forma
de ver y comprender el mundo
tiene algo de extraño e irreal,
que todavía hay una franja en el silencio
en la que todos somos vulnerables
e igual de proclives a la locura.
O supongamos también
que, aunque el sol,
ese dios primigenio,
no salga del todo una mañana,
todas nuestras convenciones
sobre lo que es en sí la realidad
no se derrumbarán de pronto,
en un solo instante universal y sórdido.
Supongamos que podríamos sobrevivir
porque aún somos seres racionales,
seres que han elaborado su pensamiento
en torno a una serie de conceptos lógicos,
abstracciones tan verdaderas
e infalibles
como la mágica evidencia
de esa luz que un día cualquiera
dejará de arder para nosotros.

(…)

Lo cierto es que a veces
es más cómodo
no suponer nada
sobre esa otra suposición, tan extraña,
que atiende al casual nombre de cordura.

¿Pues qué sería de nosotros
si en el destello invisible
de una oscura noche interminable
contempláramos deshecha la razón
—esa máscara justa y necesaria—
que hace realidad el ser de la experiencia?