26 ene 2009

siesta

Cierro los ojos,
quizá porque al dormir pretendo
escapar otra vez en sueños
de este tedio cansino.
Mis párpados,
levemente manchados
de frialdad y tiniebla,
obedecen con la indiferencia
que necesita el durmiente
en su lento abandono.

La claridad está fuera de mí.
Y las formas precisas
y la coherencia implícita en la luz
y todo lo necesario aún
para hacer habitable la carne
y para dar sentido al mundo,
está fuera de mí. Dentro,
el incierto mecanismo de la sombra
contrarresta cada despertar
con la azarosa sospecha
de un silencio absoluto.

Al fondo, en la oscuridad,
la idea de no ver más la luz
es triste como el insomnio.