23 dic 2007








Hablemos de la vida,
de la juventud que duerme
impertérrita y doliente
en su negro asilo de excepción.
Hablemos sin saber,
como hablan aquellos charlatanes
que saben ser felices
hablando.

Aunque ya no quede por decir
más que la última palabra,
hablemos del dolor y la inocencia
que invaden el silencio interpretado.
Hablemos hasta recordar el amor:
el lacónico canto del niño exhausto
que vino a morir en tus brazos.

Quién se sirviera de tus besos
como el amante maldito se sirviera
de la sombra amada de otro cuerpo.
Como la desnudez del extraño
se sirviera de la confianza común
hasta apresurar el llanto.

Hasta llenar un instante árido
hablando con tristeza del pasado.









Foto: Retrato de mi madre (Juventud)