11 abr 2011

Exigencia

También el corazón, músculo de la impaciencia, llega a exigir la prueba que corrobore de una vez tanta clarividencia. ¿Y qué pueden hacer los otros a partir de ahí, si el cosmos tiene su propio ritmo de ocasiones y respuestas? Por más que uno quiera seguir sonriendo ante el pálpito de la dicha, sucede a veces que la luz choca vertiginosamente contra la materia, de ahí que el corazón, ciego ya de tanto andar sin premisas, se exaspere cada vez más consigo mismo. Sucede que a tanta ingenuidad no da sentido, y hasta la naturaleza que acoge su camino, puede parecerle su enemiga.