17 may 2010

Poema del reencuentro

Has seguido incendiando todos los caminos, y tu sed no la formulas por encima de la larga travesía. Si fuera nuestro tiempo un acto de ternura, tendría enferma la fuerza contenida entre mis manos de tanto habitar en tu penumbra. ¿Es lo justo? No, pero ya sabrás que nada importa todavía: amar es ese riesgo que puede conmoverte al morder una pregunta. Y regresas anunciando un último delirio, y yo convoco la tragedia a los vencejos, doy vueltas en mi cama y atravieso cada parte de la noche, seguro de haber hecho sonreír a quien me teme. Acaso tú podrías gobernar mis impresiones, pues tu llanto no es el agua, el cauce que siempre purifica arrasa mis eriales con la misma intención que esa navaja corta cada eco de la lluvia.

Después de templar la noche de mis ojos, solo tengo una pregunta: ¿eras tú la que sabía que la inocencia es esa tierra donde a veces me arrepiento de ser hombre?