1 abr 2009

Sin tiempo

El tiempo se solapa entre las palabras más simples, y así es como lo ignoramos. Así es como cobra todo su sentido, como se asemeja a un rumor inconsciente que, sencillamente, transcurre. Todas las palabras son tiempo. Todas le deben parte de su esencia. El tiempo aniquila el discurso del poeta, o lo exalta después de descifrarlo como un sueño. Porque las palabras también transcurren, también son tiempo sin remedio. El tiempo podría ser la sangre del verbo que fluye con la imprecisión de un ritmo improvisado. Porque es en ese fluir cotidiano de sílabas y significados, donde poco a poco nos reconocemos.
Y acaso, después de todo, el tiempo no exista, acaso no haya cauce metafísico alguno que trate de llevarnos más allá: sólo lenta enfermedad y palabras. Sólo vejez y algunas sentencias que nos llevaremos con nosotros al lugar de la eternidad.