1 ago 2008

Un vacío lleno de nada,
eso me recordó la poesía de Gelman.
Un vacío en el que la luz se posa
y desaparece mientras otra luz llega.
Fue una tarde junto al mar,
el cielo casi infinito.
Un vacío lleno de nosotros mismos,
que no sabemos mirar hacia dentro,
que necesitamos de espejos
o de miradas ajenas
para reconocer nuestro legado.

A eso me recuerdan los días de sol,
las tardes huérfanas de aire:
son un vacío perfecto,
un tiempo sobrante
que devorarán otras mariposas.

Frente al mar,
Gelman me recordó ayer
que la soledad nos concierne a todos.