7 oct 2007

Llamado

Deja en tu reino el estruendo sordo del recuerdo.
La forma del oleaje ennegrecido acontece
como un impedimento puro -casi sagrado-
que acogiese nuestra furia con estáticas cadenas.
Se avecinan continentes invisibles; vidas foráneas.
Raíces insondables que aquel delirio aciago
podría hacer cambiar desde la razón herida.
Deja en tu reino la palabra, los ángeles tardíos.
Sabrás que el nimio firmamento de tus ojos
obedece al claro esplendor del pensamiento mudo.
Sabrás que la memoria es el límite asombrado…
pues aún contiene la inocencia sin los otros.

Deja en tu reino generales, dictadores,
caudillos que la madrugada asoma hasta la sombra.
Para nosotros ya no es tarde.
Mundanales,
sombríos elegidos;
fugaces vengadores del pasado:

hallaremos reposo en la hojarasca
que dejaron tras de sí los días perdidos.