30 oct 2016

Polaridades




Hay dos clases de lectores de poesía. Los que van en busca del poema y los que clavan fríamente la mirada en lo que leen, esperando que el poema los encuentre.


Los primeros están de acuerdo con mucha de la poesía que se hace en la actualidad. Leen, sienten y olvidan. Los segundos son más exigentes. Leen llenos de prejuicios que quizás no sean tales, pues, ¿qué es todo lo aprendido en las disciplinas artísticas, sino prejuicio y pedantería?


Quiero pensar que son precisamente los lectores que no van hacia el poema, los que en verdad poseen cierto entendimiento sobre lo sublime, ya que, en la mayoría de los casos, se rigen por un sensato principio: "el poema que no es sublime, nunca será poema". Esto es así porque cuando uno se blinda correctamente en la comodidad, poca cosa puede conmovernos ya. Solo lo sublime puede traspasarnos entonces con su intensidad.


Sirva esta disertación como preámbulo para señalar que ambos tipos de lector coexisten en este que escribe. Y que nunca se han llevado nada bien.






Imagen: "Cansancio", Pastel al óleo, din a2