25 mar 2011

La otra amistad

¿Cómo se resuelve en amistad el mismo caos que origina la pasión? Uno se aferra convencido al viejo rito de recorrer el paisaje que involucra al ser amado, empeñado en moldear una máscara que pueda seducir, a la vez que proteger, sugiriendo nuestras intenciones. Pero hay quien nunca aprende, y resulta que el amor es un juego extremadamente delicado, sobre todo a estas edades: muy pocos asimilan fácilmente que todos los pájaros pretenden anidar lejos del dolor. Demostrar, a través de la lealtad, que al fondo de la luz hay un lugar al que siempre seremos bienvenidos, no es tan fácil como parece. Porque siempre hay quien se obstina en acariciar la huella, detrás de su corazón o a sus espaldas, de cuanto no ha podido merecerse de ese modo.

“Ten fe”, viene a decirme esta noche su fantasma, aquel que alimenta el ansia de lo que siempre quise oír. “Si aún podemos ser amigos, no tiene por qué haber más dolor del que tú mismo invocas. Quédate, y ya veremos...” ¿Y qué pasa, le responde un coro milenario, que viene desafinando hasta sus últimas consecuencias, con todas las estancias que la pasión convierte en cárceles de soledad?