2 ago 2010

Ante unos pocos felices

El pianista ejecuta Fur Elise
desde el mismo equipo en que trabajo.
Continúa luego con otra de Beethoven,
una sonata tan perfecta,
que se deja sentir entre réplicas y espacios.

Ciertas armonías me persiguen
cada vez que abro en las paredes
el hueco que supone mi refugio.

Beethoven, Tom Waits, Davis…

Tienen en común un modo
de alejarme del vacío, construyendo
un hogar casual, perceptible al paisaje.

Luego está la música que inventa
su propia fórmula de espanto,
retrasando el tiempo en que debiera
volver hacia el silencio, y darse solo al aire.

Es extraño. Solo a través de esos sonidos,
llegando a escuchar el alma de algún loco,
he logrado sentirme en paz con la tragedia.

Pero si un drama, por simple que sea,
parte siempre de la luz,
entonces, amigos, me doy cuenta:
música, mi fiel veneno,
a fuerza de sentirte, ahora creo
que nada en el silencio natural del hombre
será tan necesario como hallar tus ecos.