12 may 2009

poética espontánea

Escribo porque sólo hay nombres
y espejismos y cadencias rotas,
músicas azules que se calcan en la noche
con la elocuencia de la felicidad perdida
o, acaso, con el balbuceo febril
de los pájaros que mueren en enero.
Digo que hay nombres y espejismos
y cadencias rotas, y extraños acertijos
que desbordan la imaginación,
que rompen la superficie de las horas
con su lluvia simple e inconsecuente.
Que nada es definitivo.
Digo que no hay soledad,
y por eso escribo.
Aunque todo esté ya dicho,
escribo en las paredes de mi alma
la verdad que a veces no quisiera
y la que sólo es mi esperanza
expuesta a las sombras increíbles de mañana.
Que nada halle memoria, digo.
Que nadie me recuerde ni me diga
el nombre verdadero de las cosas.
Porque nunca lo sabré, todavía escribo.

Escribir es mi perdición y mi camino.