20 mar 2009

injusta mano de la suerte

Todo lo que puedo prever
se reduce a conjeturas cotidianas
sobre las cosas más banales.
Sé que han de sucederse los días
y que, posiblemente,
alguien hablará conmigo,
y por mi bien me pedirá que abandone;
sé que aún habrá en el misterio de mi vida
inviernos más largos que el olvido eterno.
Sé que en mi interior debo seguir creyendo
que algún día mis manos palparán
el difuso horizonte que persigo.
Pero a lo único que puedo anticiparme
es a usar un triste abrigo los días de lluvia,
a llevar dinero encima para mi regreso
o a mirar en tu mirada nueva
la vieja sombra de mis dudas.
Lo inevitable, aquello que casi se diría
que ha de suceder mañana,
suele ser certeza del probable abismo
al que no sabemos cuándo
caerán todos nuestros sueños.

Pues de desistir nos salva sólo la esperanza.

Y aunque a menudo esta se equivoque,
a veces nos entrega el casual fruto
que tanto merecíamos nosotros
como cualquiera de nuestros enemigos.