Divide la noche y me confina en ella,
en el altar lejano
que ofrece esta ventana,
divide la noche pero me otorga el alba,
cántico o suceso sin retorno conocido.
Es igual a su propio sueño bajo la luz,
me trae los susurros fortuitos del olvido.
Su llamada es mi ausencia y el principio,
la fuente en la que bebo mi alegría,
el pan seguro que parto con los sueños
de existir aún junto a su sombra.
Porque ella divide el aire cada noche,
porque interroga al invierno dado cada día,
su incertidumbre es nombre de horizonte
que lentamente se acerca,
que hoy la busca y la atardece
entre las otras formas del océano.