23 jul 2008

Las formas herméticas de la ciudad
alzan en la tarde su vacío extraño,
y, al rozar su alma de piedra calcinada,
la altura infranqueable del silencio
persiste y se asemeja a tu imagen,
como la verdad propia del poema
se asemeja a todos aquellos sueños
que apenas recordamos.

Lentamente me pierdo en tu nostalgia,
pero, al nombrarte, la brisa me recuerda
el tiempo oscurecido de la nada,
y encuentro que la vida, cifrada e infinita,
es recinto de promesas y esperanza.

Yo he sido la soledad
y ese cuerpo lejano
que el deseo reconoce.