20 oct 2007

La otra luz del día.




Donde debería estar la felicidad, el eco sordo de aquel instante. El misterio que hacía soportable su miseria, aparece abierto, desnudo, implacable. Desvelado, al fin, por la tediosa luz que ha manifestado el día. La imposibilidad de amar, de proseguir acelerando el cauce de las horas; le convierte en un extraño, transparentado ante su propio amanecer y ante sí mismo. Pero el ritmo fortuito de sus pensamientos le distrae. La sombra que ocultara ese rincón vuelve a su lugar; haciéndole olvidar, que por un momento, la cifra de su nombre y el nombre que ha creado, han desaparecido ante él, despojándolo de cualquier grandeza ilusoria.