17 may 2007

Enmudeció la lámpara del ánimo febril,
dejando tan sólo la compañía azul, terrible,
de múltiples silencios encontrados.
Trajo la primavera la fuerza de tu abrazo
y el oro contemplado en tu cabeza cayó del sol:
perfecta luz sobre mi hombro, temblor callado.

Si fueras tú de amor como el aire cifrado,
acaso me hubieras dado, para las horas,
el desasosiego natural que precede a la dicha.
Pero la duda que equilibra el corazón,
evitando que éste se consuma de alegría,
resultó más fuerte que el claro sentimiento.

El amor, la luz que ciega a los amantes,
poco sabe acerca de simples verdades.
Porque para ellos es posible todo lo anhelado.
Para ellos no hay mentira que no sea verdad;
pero la verdad, ángel que sólo sirve a la razón,
no puede detenerse dentro sin provocar el daño.