8 ago 2006


Dejad que el enamorado contemple
la caída silente de sus vanos pretextos.
Dejad que busque con torpeza
en ojos extraños la más clara esencia
que a descifrar continúa,
invisible y perenne.
Pues su dulce plenitud consistiría
en atenerse a diario al mal que siente,
cuando observa en sí mismo,
la imposible conclusión de todas las vísperas.
El dolor que florece en la vasta tarea
de pretender la verdad y proseguir a su suerte,
acaso fuera la única prueba que diera
razón al amor que la amada no siente.

Que horade la tierra devorando la sombra,
que finja escrutar el cielo las noches sin luna.
Porque su única intención es sufrir
en busca del tiempo que no vivirá
más que en sueños. Pálidos sueños
que no olvidará nunca…