15 ago 2018

Salvación de entonces



Conversábamos, eso era todo.
Todo, sí. Si hay un equlibrio
entre un territorio nuestro y la realidad entera,
dependerá este de una conversación.
Y de una ficción, por tanto,
mayor que la de la identidad.
La de compartir el triste pensamiento.
La de la intimidad. 

Hablábamos para decirnos solo 
aquello que no debe ser dicho.

Pertenezco, lo sé, a una generación torva
que considera el pensamiento un juego.

Una generación 
a la que la angustia de un secreto 
le ha sonado siempre
a cursilería e infantilismo.

Qué otra demencia señalar.
Qué otro sueño aborrecer,
si no es el delirio de no ser nada para nadie.

Conversábamos de aquello que sabíamos.

Apenas sospechábamos que sería
la ignorancia la que guiaría nuestros pasos,
hasta convertirnos 
en frívolos juguetes 
de una vieja mediocridad y de las modas.




Imagen: "la mentira", acrílico sobre papel, din a2