¿Qué cosa queda
a los que hemos sido desgraciados,
sino sentarnos aquí los días de sol,
y ver pasar el inagotable desfile,
la multitud sin héroes,
la realidad común e indescifrable
de idéntica extrañeza cotidiana?
Hay luz y hay brisa
abriendo entresijos en la tarde.
La desgracia fue, y volverá
más insegura si hacemos de este juego
una tranquila costumbre.
Hay sol y brisa y gente que va y viene
huyendo y regresando hacia otra parte.
huyendo y regresando hacia otra parte.
La calle casi es lo que parece,
vocación de un tránsito
que se renueva diariamente en la capacidad
de ignorar su propia permanencia.