26 may 2017

20 may 2017

Dogmático




Al fondo de la pesadilla, este verso:
somos la malicia del verbo aparentar.

¿Queda así naturalizado el misterio?
Si es así, he cumplido mi parte.
Necesito olvidar lo que he aprendido.
Más tibio será el aire
donde la verdad no sea mía.

Ni mía ni de nadie.

Imagen: "Testigo" tinta de dibujo, din a2

11 may 2017

Soberbia y soledad



Olvidé mirar con aprobación.
Rechaza el ideal, niega el vuelo
del ave que persigues. Eso me dije.
Critica vorazmente lo sagrado.
Tiene el arte una deuda conmigo,
con todos nosotros. Hay que retorcerlo,
me dije, para que escupa la verdad,
el signo que no debe entenderse.
Hay que llenarlo de ruidos,
de pasos embarrados,
de acciones intangibles. Que hable.
Que grite nuestros nombres últimos.
Que rompa a llorar en la habitación sombría.
El arte nos debe nuestra propia existencia,
nos debe el frío de los ojos
que aplazan para nunca lo que han visto.
Hay que hacerlo hablar, enseñarle
quien manda, maldita sombra
de una sombra más torpe que la admiración
de quienes carecen de talento.



Imagen: "¿futuro?" Tinta de dibujo, din a2

4 may 2017

Inquietudes cotidianas





Los elogios llegan cuando llegan, pero no siempre ante algo que pretendiéramos demostrar para ser mencionados con agrado.

A veces, por miedo a causar tarde o temprano una decepción mayúscula, por temor también a la propia vanidad o por una fastidiosa falta de costumbre, el elogiado tiene que dejar de ser quien es para poder aceptar el privilegio de ser reconocido.


Ya lo dicen los libros, arma de doble filo es el elogio.

Quien nos alaba, también atrapa de algún modo una parte de lo que somos o de lo que hacemos, sometiéndonos a un juicio que las más de las veces será tan voluble y necesario como la luz del día. La misma luz que amenazan los nubarrones de la tarde o la vieja indiferencia de la noche.






Muchas veces tener esperanza consiste en no aceptar. Así pues, también se puede enloquecer de esperanza, y demorarlo todo hasta que nada quede.






Hay dosis extremas de optimismo que solo pueden ser interpretadas como cinismo.






Sucede muchas veces que detrás de una hipócrita amabilidad no hay intenciones perversas ni ansias de manipular, sólo el angustioso deseo de ser amable con todo el mundo.




Imagen: "Bodegón simbolista" Pastel al óleo, din a2