22 jun 2016

Ser y no ser

Miedo a no ser lo que soy
y a serlo,
a conformarme
siendo lo que soy.

A no ser,
ya conforme,
quien quisiera ser.

14 jun 2016

Abrazos gratis




Gracias al alcohol conocí el amor. Hermosa era la vida, y mi estupidez no tenía límites. Solo como estúpido puedes sentirte parte del género humano, pues la inteligencia no es más que la inclinación a la soledad. Gracias al alcohol fui juvenil, audaz, febril, piadoso. Virtudes estas demasiado emparentadas con la estupidez, de las que ya no recuerdo nada memorable.


***


Lo que en verdad queremos, nunca puede ser... Es una de las primeras lecciones de la edad adulta. Por no decir que la madurez comienza precisamente cuando comprendemos que lo primero que deseamos, tal y como lo deseamos, es imposible de obtener para el común de los mortales.

Esta terrible certeza es la fuente de la que manan los sueños.


Imagen: Pasteles al óleo, din a3

10 jun 2016

Dócilmente

Nos morimos. Eso es todo.
De este lado al menos, todo:
angustia que guardamos,
quebrada en blanco y negro.


Del siguiente lado, nadie sabe:
reloj sin fuerzas,
espacios desvelados,
otro fuego sin enigmas
abriéndonos las puertas.

¡Tememos tanto!
Y temeremos...

El futuro calla,
lo burlamos:
esa es toda nuestra ciencia.

7 jun 2016

Cinco lagunas



Cada acción sobresaliente trae consigo una porción de vanidad. Esa es la miseria de destacar, por eso ninguna recompensa es merecida.





Un artista sabe que no es nadie cada vez que repara en la certeza absoluta que dictamina que "todo es cuestión de gustos"





Despreciarse a uno mismo de cara a la galería suele ser una fantástica manera de mierda de hacerse el interesante.





Cuando no puedes ser lo que eres, empiezas a no ser lo que pareces. El laberinto sabe entonces que no existimos realmente.





¿Y qué es la expectativa, sino estar predispuesto a que algo te defraude?




Imagen: "Salón" Acrílico sobre lienzo, din a2

2 jun 2016

Nota de diario




Hace dos o tres años, uno de mis conocidos, un estudiante de psicología, dio una charla en una asociación cultural por aquel entonces harto frecuentada. No asistí al evento, aunque recuerdo que la mayoría de las ideas de su ponencia, versaban en torno a la filosofía del lenguaje, concepto que algunos de los más tiernos allegados de mi adolescencia, usaron, allá por los noventa, para marear casi hasta la náusea a este cándido artista de variedades.

Recuerdo que, si no asistí a aquella alegre celebración de la cultura, fue porque pensé que se trataba de un tema de lo más manido, ya que, sin haber leído un solo ensayo sobre el asunto, el hecho de que el lenguaje es lenguaje y poco más, a día de hoy se ha convertido, o a mí me lo parece, en uno de los grandes tópicos de la buena y de la mala literatura.

Esta anécdota me ha llevado hoy a plantearme algo curioso. Lo primero: ¿quién se creyó que era mi amigo, el psicólogo, para exponer en público un ideario que está ya más visto que el tebeo? Y lo segundo, y más importante: ¿quién me creía yo para cuestionar la inquietud intelectual de mi amigo y la de todos los que le escucharon alelados esa noche?

El orgullo intelectual consiste sobre todo en el desprecio hacia el novato, y esa voluptuosa inercia nos acaba cargando hasta no entender lo que estamos leyendo. Pues todo escritor y todo comunicador que se precien, parten de la base de que, tanto el lector experimentado como el oyente curioso, ignoran de antemano cuántas veces fue dicho como novedad lo que van a contarle.

Colectivo




Cuando pienso en la fama,
no pienso en el público,
ni en mí, ni en mi
relación
con el público.

Pienso, más bien,
en una fuerza omnisciente
poniéndome a prueba,
decidiendo qué merezco del oficio,
sin que nada
ni nadie
entienda ese criterio.

Esa fuerza podría
convencer en sueños
a todos de mi talento.