1 abr 2014

Pausas

Aunque las palabras huyesen y un caballo muerto galopara por las calles de esta tierra, había que detener el vuelo. No más pájaros en celo, ni una mariposa más en la experiencia. El poema debía de frenar en seco. Qué remedio cuando el aire es puro ruido: ni diez mil soles alumbran el desnudo del que sueña.

Por eso, por eso lo detuve. No más vuelo, no más ecos atmosféricos. Atrás, inviernos estivales. Idealizar el dolor, ¿en qué consiste exactamente cuando la canción se quiebra? El poema no está a nuestro servicio, no sabemos sus orillas hasta que naufraga contra el cielo.

No, no es correcto ¿Abstraerse hacia la luz cuando un cuchillo resplandece? ¿Medirse ante el silencio al presentir la altura que tememos? Yo no tengo, nadie tiene ojos tan ciegos.