Su círculo social decidió por él. Debía volverse un mujeriego. Así, dejándose llevar, adoptó las formas del gremio, aun cuando su realidad interior hubiera sido siempre bien distinta.
Observó y sintió lo que no correspondía a su condición, y pervirtiendo su propia épica sentimental, se enamoró de muchachitas cuya única realidad amorosa consistía en encarnar un modelo sentimental vulgar y previsible.
Cuando por fin puso fin a su miserable existencia, sus amigos agitaron la cabeza, para sentenciar luego con aire legendario que sí, que aquel idiota había ido siempre mal follado.