7 jun 2013

Molestias

En mi defensa diré que hace unos años, antes de intentar limpiarme interiormente, a muchos de mis amigos, conocidos y allegados de entonces, les encantaba tocarme las narices de la manera que fuera. Creo recordar que durante un tiempo conseguí mantenerme en un misterioso y recatado segundo plano. Pero, claro, siempre hay algún gracioso que necesita mear la gota que colme el vaso. 

A partir de no sé qué punto, mi única opción fue la de sacarme todo malestar de dentro volviéndome yo también algo cretino. Supongo que a todos nos ha pasado.

Rescatando un texto de lo más peregrino del proceso: "Acéptate como eres. Disfruta de tus defectos. Todo el mundo es gilipollas. Tú no tienes por qué ser menos".

A día de hoy, este mantra socarrón y derrotista, no me hace ni la más mínima gracia. Ojalá sea buen síntoma, en lugar de todo lo contrario.