2 sept 2012

Control



Un buen día, pues también aquel desorden encuentra su momento, la marea nos reclama hacia su vientre. Para sobrevivir entonces, deberíamos ser uno con el oleaje. Un manojo de fuerzas primitivas rompiendo felizmente a favor o en contra. 

Ah, pero qué simple decepción la de comprender al tiempo que la tormenta estaba dentro. 

Y qué difícil lo que sigue. Enfriarse. Calcular siempre cada gesto o imponer una incansable vigilancia al corredor de fondo. Aunque, misteriosamente, la cosa puede enderezarse. Así que no tendrá nada de particular que hagamos del autocontrol un arte. 

Pero siempre hay un maldito pero. 

Los ciclos son impredecibles, nadie puede ser más fuerte que sus emociones. Entonces pasa lo que pasa. Que aquel refinamiento ganado milímetro a milímetro, de pronto nos estorba, nos aturde, nos limita. Buscad otra salida, dirá luego el ilustre jefe blanco. La escalera de emergencia ha sido bloqueada para mayor seguridad del edificio.