Pero ¿y si aquel que se confiesa para revelar una intimidad de la que ya no puede hacerse cargo, fuera siempre -siempre, siempre- el inocente? ¿Y si fuera el otro, el que escucha, quien hiciera del secreto una realidad innoble?
Pues de malversar lo dicho, la traición sería solo suya.
Pues de malversar lo dicho, la traición sería solo suya.