6 may 2012

Última fase

Todo indica que cuando uno padece de "mala salud mental", solo tiene dos opciones a la hora de proyectarse hacia el entorno que lo rodea.

La más común sería la de conformarse con el microcosmos de la sobreprotección y las migajas de los recursos sociales.

La otra la llevo calibrando en mis pensamientos una larga temporada. A saber: hacer de tripas corazón, y en lo posible tratar de equilibrar mi realidad interior con la idea de mantener una rutina laboral, sentimental y personal en el mundo "real", en lugar de en el plano puramente psíquico.

Esto implicaría una labor personal en la que un servidor habría de convivir con los prejuicios de la gente más o menos cuerda (lo cual supone endurecerse un tanto), soñar despierto lo justo y necesario, llevar el diagnóstico como si de un secreto de estado se tratara y contemplar siempre la posibilidad de una recaída, para que cuando esta se presente, aceptar sin mayor beligerancia la recomendación de acudir al psiquiatra de turno a fin de aumentar la dosis conveniente.

Otra vez, aplicando lo aprendido por aquel maestro de la retórica, lo realmente heroico se concibe elegiendo el camino menos transitado de los dos.

Deseadme suerte.