16 may 2012

Empatía

Esto sí que tiene gracia. Después de encajar el consejo mil veces repetido, aquel que me alertaba contra lo pernicioso que podía resultar el hablar en exceso de "lo mío", nuestra inquilina felina, la pequeña y revoltosa Lía, ha dejado de acercarse a mi mesa de trabajo para maullar con aire de infeliz preocupación, consolarme con el repetido contacto de su patita delantera o mirarme con tristeza desde sus grandes ojos fijos.